La columna de Roberto Zamarripa.
Roberto Zamarripa Ahora Tabasco | |
Todo cambió para los tabasqueños. Ilusionados con la posibilidad de tener un paisano Presidente vieron esfumadas las esperanzas y quedaron atrapados en una extraña lucha político-electoral por la gubernatura que deberá definirse el próximo domingo. El otrora todopoderoso en Tabasco, Roberto Madrazo, se convirtió en innombrable e infumable; Andrés Manuel López Obrador, quien acarició la Presidencia de la República, tuvo que regresar a hacer campaña ante las dificultades que enfrenta el perredismo en la entidad. Sin un candidato fuerte, sin presencia histórica, sin nada en realidad, el PAN se frota las manos por "ganar" Tabasco. Y es que apuesta a ser el ganón sin invertir nada... bueno, nada más en unos spots que avivaron la polarización y la campaña sucia. El candidato priista, Andrés Granier, hace todo por despojarse del ropaje del madracismo aunque arrastra en su campaña a los sastres y confeccionistas de esa corriente; no pierde la oportunidad para ofrecer a Felipe Calderón toda la colaboración y el reconocimiento que permita a los tabasqueños volver a soñar, al menos, con que no serán castigados por el michoacano quien frenó a los dos hombres más poderosos del trópico. Tabasco viene de 18 años de conflicto y polarización política. En ese periodo ha habido una evidente declinación del PRI a pesar -o precisamente por ello- del ejercicio consecutivo de dos gobiernos mientras que el PRD se ha consolidado como una fuerza estatal poderosa que hoy gobierna 11 de los 17 municipios de la entidad. Pero ni Granier ni el candidato perredista Raúl Ojeda tienen seguro nada. Lo que se configura es una elección donde chocarán los dos Tabascos que han convivido en medio de la desigualdad social y la polarización política. El del centro (Villahermosa) donde Granier tiene un gran apoyo, fortalecido tras su gestión entre el 2000 y el 2003, y el de las regiones indígenas y de la Chontalpa, donde el perredismo ya se acostumbró a arrasar. Prácticamente ambas zonas representan las dos mitades de la votación. La campaña electoral ha estado contaminada por una guerra sucia mediática, donde el PAN ha hecho su parte. A falta de candidato, apoya con spots con el propósito de minar la fuerza perredista. Antes que perfilar una alternativa propia, que incluso reivindicara su triunfo del 2 de julio y el ejercicio de gobierno de Vicente Fox, el panismo tabasqueño se entregó a una peligrosa línea de exclusión. Para el gobierno saliente de Vicente Fox y parece también que para el equipo de Felipe Calderón, es inaceptable que el PRD se haga de Tabasco. Es un estado estratégico por sus recursos naturales, particularmente el petrolero. Sería en el Golfo de México donde se sentirían los efectos de una eventual reforma energética que impulsara inversión privada y asociación incluso con extranjeros. Un gobierno del PRD, a decir de los panistas -de los que se van y de los que llegan- constituiría un dique para los propósitos del gobierno federal. Así entonces, Tabasco se convierte en un escenario apetitoso para quienes quieren una elección de Estado que se sobreponga a las normas de una elección con equidad y racionalidad. El apoyo federal a Granier es el último de los suspiros foxistas que supone que ese empujón será letal para López Obrador. El descubrimiento de bodegas con enseres que habitualmente ofrece el PRI como parte de una estrategia de coacción y soborno en los votantes enrareció una campaña de por sí lastimada por la campaña negra en los medios electrónicos. Granier ha dicho que esas bodegas no son suyas mientras que el PRD alega lo contrario. Si la ruta de la elección camina hacia la impugnación del apoyo gubernamental, el despilfarro en la campaña y la prevalencia de la guerra sucia en medios electrónicos, el nuevo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación estará en la disyuntiva de debutar con la anulación de una elección o quedar marcado por la dispensa de los abusos de campaña. No hay certidumbre de que los comicios se conducirán con tranquilidad y si algo desearía el madracismo -herido por la derrota del 2 de julio y los apuros oaxaqueños- sería todo menos perder Tabasco. Al precio que fuera incluso reventando la elección. Tabasco sería uno más en la fila de los conflictos pendientes. Apostar por un intento de aniquilación política del movimiento lópezobradorista sería un error dentro de una estrategia gubernamental que supone pavimentarle el camino al sucesor Calderón y sería desastroso para el Presidente entrante toda vez que dice estar empeñado en abrir puertas de diálogo para distintas fuerzas, incluidas las perredistas. Una línea de exclusión como la de ignorar la protesta social y política de Oaxaca o desconocer la fuerza opositora en Tabasco abonaría en favor de los preocupantes síntomas de ingobernabilidad de cierre de sexenio. |
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