Friday, September 29, 2006

Un taradazo.

Y sigue la psiquiatrización; ahora, Revueltas.


Uno de mis mejores amigos es Román Revueltas, columnista, violinista, director de orquesta, pintor y aficionado al futbol. En esto último posee una enorme habilidad: la de cambiar de equipo según cambia de residencia: cuando trabajaba en la orquesta de Barcelona, le iba al Barsa; en el DF, es del América; si pasa por Monterrey, se identifica con los Rayados o los Tigres, lo mismo le da; cuando dirigió la orquesta juvenil del Estado de México, se enamoró del Toluca, y ahora que es el mero mero de la orquesta de Aguascalientes, es hincha del Necaxa. Si tonto no es: se acomoda a las circunstancias.

Hace un par de días se metió conmigo porque dije que Slim y Vargas Llosa le han entrado con entusiasmo a la onda de la psiquiatrización de la política mexicana. No le iba a contestar a Román, pero recibí la carta de una lectora, Cristina Noor-Friedrich, que ha elaborado un diagnóstico de él y me ha hecho una pregunta: “Ocasionalmente leo la columna de Revueltas y por lo que escribe y como lo escribe aunado a la mirada que proyecta en su fotografía, siempre he tenido la impresión de que hay algo mal en la mente de este señor... en otras palabras, de que está ‘loquito-cuerdo’ o, como se decía en mis tiempos universitarios, ‘se quedó arriba por tanta intelectualidad’. ¿Está este señor relacionado con José Revueltas? Si es así (y ahora sí jugando a la psiquiatra freudiana), entonces está en su proceso de sanción al negar su origen y avalar el fraude electoral”.

Sí, Román es hijo de ese gran hombre, por eso es tan bueno en la música, la pintura y la escritura. De lo que entiende poco es de política. Y de futbol.

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